En la IV Conferencia Mundial sobre las Mujeres, realizada en Beijing en 1995, se puso de manifiesto el compromiso de la comunidad internacional para alcanzar la igualdad de derechos entre mujeres y hombres. Los documentos de la Conferencia, la Declaración y la Plataforma para la Acción, identifi caron dos estrategias básicas para alcanzar la igualdad: el empoderamiento de las mujeres y el mainstreaming de género en todos los procesos de toma de decisiones y en el diseño y ejecución de políticas.
Aún cuando no existe un consenso generalizado sobre el signifi cado del término, el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, ECOSOC (1997) defi ne el mainstreaming de género como “el proceso de evaluar las implicaciones que tiene para hombres y mujeres, cualquier acción que se planifi que, incluyendo las de tipo legislativo, las políticas o los programas en todas las áreas y a todos los niveles. Es una estrategia para hacer de las experiencias y necesidades o intereses de hombres y mujeres una dimensión integral en el diseño, implementación, monitoreo y evaluación de las políticas y los programas en todas las esferas políticas, sociales y económicas a fi n de que hombres y mujeres se benefi cien por igual y desaparezca la desigualdad. El objetivo fi nal es lograr la igualdad de géneros” (García/ PNUD, 2008).
En este contexto, el mainstreaming es un proceso político, y a la vez técnico, que tiene como objetivo que todas las actividades de las instituciones tanto de carácter público como privado contribuyan a cerrar las brechas de desarrollo humano que persisten entre hombres y mujeres.
Por lo tanto, la perspectiva de género debe ser integrada también en el seno de las organizaciones, es decir, en su cultura organizacional.
La aplicación del “gender mainstreaming” a las políticas públicas supone que la dimensión de género y la igualdad de oportunidades deben promoverse tanto desde la toma de decisiones como desde la gestión. Se trata por tanto de integrar el objetivo de alcanzar la igualdad efectiva de mujeres y hombres en todos los momentos del proceso de desarrollo de una política (análisis, planifi cación, ejecución y evaluación); en todas las áreas de políticas relevantes y en todos los niveles sectoriales (De la Cruz, 2009).
Existen algunos requisitos o condiciones que favorecen el logro del gender mainstreaming.
En primer lugar, es necesario que exista voluntad política y que esta se manifi este en un compromiso institucional explícito con la estrategia y con los esfuerzos que su implementación conlleva.Para ello, se deberán destinar sufi cientes recursos fi nancieros y humanos.
En segundo lugar, es necesario resaltar que la estrategia de mainstreaming no anula la necesidad
de acciones específi cas en favor de las mujeres –y acciones positivas- y de asignarles por lo tanto recursos concretos. Las políticas de igualdad son creadas generalmente por un mecanismo de igualdad para atender un problema específico resultante de la desigualdad entre los géneros.
La ejecución del mainstreaming parte de una política ya existente que debe ser reformulada por sus habituales gestores, para incorporar un enfoque de género que promueva la equidad entre mujeres y hombres.
Aún cuando no existe un consenso generalizado sobre el signifi cado del término, el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, ECOSOC (1997) defi ne el mainstreaming de género como “el proceso de evaluar las implicaciones que tiene para hombres y mujeres, cualquier acción que se planifi que, incluyendo las de tipo legislativo, las políticas o los programas en todas las áreas y a todos los niveles. Es una estrategia para hacer de las experiencias y necesidades o intereses de hombres y mujeres una dimensión integral en el diseño, implementación, monitoreo y evaluación de las políticas y los programas en todas las esferas políticas, sociales y económicas a fi n de que hombres y mujeres se benefi cien por igual y desaparezca la desigualdad. El objetivo fi nal es lograr la igualdad de géneros” (García/ PNUD, 2008).
En este contexto, el mainstreaming es un proceso político, y a la vez técnico, que tiene como objetivo que todas las actividades de las instituciones tanto de carácter público como privado contribuyan a cerrar las brechas de desarrollo humano que persisten entre hombres y mujeres.
Por lo tanto, la perspectiva de género debe ser integrada también en el seno de las organizaciones, es decir, en su cultura organizacional.
La aplicación del “gender mainstreaming” a las políticas públicas supone que la dimensión de género y la igualdad de oportunidades deben promoverse tanto desde la toma de decisiones como desde la gestión. Se trata por tanto de integrar el objetivo de alcanzar la igualdad efectiva de mujeres y hombres en todos los momentos del proceso de desarrollo de una política (análisis, planifi cación, ejecución y evaluación); en todas las áreas de políticas relevantes y en todos los niveles sectoriales (De la Cruz, 2009).
Existen algunos requisitos o condiciones que favorecen el logro del gender mainstreaming.
En primer lugar, es necesario que exista voluntad política y que esta se manifi este en un compromiso institucional explícito con la estrategia y con los esfuerzos que su implementación conlleva.Para ello, se deberán destinar sufi cientes recursos fi nancieros y humanos.
En segundo lugar, es necesario resaltar que la estrategia de mainstreaming no anula la necesidad
de acciones específi cas en favor de las mujeres –y acciones positivas- y de asignarles por lo tanto recursos concretos. Las políticas de igualdad son creadas generalmente por un mecanismo de igualdad para atender un problema específico resultante de la desigualdad entre los géneros.
La ejecución del mainstreaming parte de una política ya existente que debe ser reformulada por sus habituales gestores, para incorporar un enfoque de género que promueva la equidad entre mujeres y hombres.