El concepto de género impulsado por el feminismo académico anglosajón en los años setenta abrió un amplio campo de estudio acerca de cómo se construyen las identidades y las relaciones entre hombres y mujeres, y las desigualdades de poder que de esta construcción socio cultural se derivan.
Este cambio conceptual no sólo abrió nuevas posibilidades a la lucha feminista, sino también a los incipientes estudios de masculinidades, que comenzaron a poner su atención en la construcción social de la identidad masculina y a cuestionar los modelos hegemónicos de masculinidad.
El desarrollo de los “Men´s Studies” en la década de los setenta en varios países anglosajones fue un antecedente importante para el desarrollo de los estudios de masculinidades en América Latina. Sin embargo, los estudios etnográfi cos sobre masculinidades realizados en la región han partido de perspectivas teóricas diferentes y han aportado nuevas visiones y apreciaciones.
A finales de la década de los ochenta, comenzaron a desarrollarse en la región diversas investigaciones sobre los hombres desde la perspectiva de género. La diversidad de enfoques e intereses de los investigadores dio lugar a una serie de acercamientos teórico-metodológicos diferentes entre sí. Todos ellos han aportado elementos y categorías de análisis muy valiosas sobre la masculinidad y las diferencias regionales y culturales que infl uyen en la construcción de identidades y relaciones de género (Hernández, 2007).
Los trabajos realizados a fi nales de la década de los noventa comenzaron a cuestionar al “modelo de masculinidad hegemónica” o “modelo normativo de masculinidad” (Valdés et alt., 1997 y Fuller, 1998), poniendo la atención en cómo este modelo afecta a la construcción de las identidades y experiencias masculinas respecto a temas como la paternidad, la sexualidad, las relaciones con otros hombres ó las relaciones de dominación y subordinación de las mujeres.
Sin embargo, las particularidades de las realidades latinoamericanas pusieron en evidencia que existen diversas concepciones y formas de ser y llegar a ser hombre. A partir de esta revelación, los estudios de masculinidades propusieron superar la noción de “masculinidad”, entendida como una perspectiva esencialista que invisibiliza las diferencias, y reemplazarla por “masculinidades”, con el objetivo de reconocer la diversidad de identidades y experiencias de los hombres (Ramírez, 1993 y Shepard, 2001).
Además, defendieron la importancia integrar a los estudios de masculinidades, no sólo el análisis de clase, sino también otras categorías como la edad, el origen étnico-racial, el contexto rural-urbano, etc., para tener una comprensión más completa de las distintas condiciones y desigualdades sociales que infl uyen en la construcción de las masculinidades (Hernández,
2007).
Los estudios de masculinidades han analizado el comportamiento de los hombres en los ámbitos público y privado, y han cuestionado el modelo social que determina que el primero es el espacio por excelencia de los hombres, mientras las mujeres deben limitarse al ámbito privado.
Otras de las dimensiones relevantes para el análisis de las masculinidades según algunos de sus precursores son la sexualidad, la trayectoria laboral, las relaciones conyugales y el ejercicio de la paternidad (Viveros, 2001; Fuller, 2001; Olavarría, 2001).
En este contexto han ido apareciendo en la región grupos de hombres que pretenden contestar la masculinidad tradicional que se encuentra en el origen de la discriminación contra las mujeres, y contra todos aquellos que no se adecúan a las formas establecidas de ser hombre: dominante, exitoso, racional, heterosexual, agresivo, inexpresivo a nivel emocional, etc.
Su trabajo está favoreciendo, sin duda, la construcción de formas alternativas de masculinidad más respetuosas y acordes con el logro de la igualdad de género.
En el campo del desarrollo, la década de los noventa ha sido testigo de la aparición de una clara conciencia sobre la necesidad urgente de una mayor participación de los hombres en la lucha por la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer.
El trabajo realizado por el movimiento feminista y los estudios de masculinidades ha permitido en los últimos años el desarrollo de numerosas investigaciones sobre los varones y las masculinidades y la formulación de medidas específi cas de desarrollo para integrar a los hombres en las cuestiones relativas a salud sexual y reproductiva, paternidad responsable, violencia basada en el género y/o prevención de ITS (infecciones de transmisión sexual), incluido el VIH y Sida.
Este cambio conceptual no sólo abrió nuevas posibilidades a la lucha feminista, sino también a los incipientes estudios de masculinidades, que comenzaron a poner su atención en la construcción social de la identidad masculina y a cuestionar los modelos hegemónicos de masculinidad.
El desarrollo de los “Men´s Studies” en la década de los setenta en varios países anglosajones fue un antecedente importante para el desarrollo de los estudios de masculinidades en América Latina. Sin embargo, los estudios etnográfi cos sobre masculinidades realizados en la región han partido de perspectivas teóricas diferentes y han aportado nuevas visiones y apreciaciones.
A finales de la década de los ochenta, comenzaron a desarrollarse en la región diversas investigaciones sobre los hombres desde la perspectiva de género. La diversidad de enfoques e intereses de los investigadores dio lugar a una serie de acercamientos teórico-metodológicos diferentes entre sí. Todos ellos han aportado elementos y categorías de análisis muy valiosas sobre la masculinidad y las diferencias regionales y culturales que infl uyen en la construcción de identidades y relaciones de género (Hernández, 2007).
Los trabajos realizados a fi nales de la década de los noventa comenzaron a cuestionar al “modelo de masculinidad hegemónica” o “modelo normativo de masculinidad” (Valdés et alt., 1997 y Fuller, 1998), poniendo la atención en cómo este modelo afecta a la construcción de las identidades y experiencias masculinas respecto a temas como la paternidad, la sexualidad, las relaciones con otros hombres ó las relaciones de dominación y subordinación de las mujeres.
Sin embargo, las particularidades de las realidades latinoamericanas pusieron en evidencia que existen diversas concepciones y formas de ser y llegar a ser hombre. A partir de esta revelación, los estudios de masculinidades propusieron superar la noción de “masculinidad”, entendida como una perspectiva esencialista que invisibiliza las diferencias, y reemplazarla por “masculinidades”, con el objetivo de reconocer la diversidad de identidades y experiencias de los hombres (Ramírez, 1993 y Shepard, 2001).
Además, defendieron la importancia integrar a los estudios de masculinidades, no sólo el análisis de clase, sino también otras categorías como la edad, el origen étnico-racial, el contexto rural-urbano, etc., para tener una comprensión más completa de las distintas condiciones y desigualdades sociales que infl uyen en la construcción de las masculinidades (Hernández,
2007).
Los estudios de masculinidades han analizado el comportamiento de los hombres en los ámbitos público y privado, y han cuestionado el modelo social que determina que el primero es el espacio por excelencia de los hombres, mientras las mujeres deben limitarse al ámbito privado.
Otras de las dimensiones relevantes para el análisis de las masculinidades según algunos de sus precursores son la sexualidad, la trayectoria laboral, las relaciones conyugales y el ejercicio de la paternidad (Viveros, 2001; Fuller, 2001; Olavarría, 2001).
En este contexto han ido apareciendo en la región grupos de hombres que pretenden contestar la masculinidad tradicional que se encuentra en el origen de la discriminación contra las mujeres, y contra todos aquellos que no se adecúan a las formas establecidas de ser hombre: dominante, exitoso, racional, heterosexual, agresivo, inexpresivo a nivel emocional, etc.
Su trabajo está favoreciendo, sin duda, la construcción de formas alternativas de masculinidad más respetuosas y acordes con el logro de la igualdad de género.
En el campo del desarrollo, la década de los noventa ha sido testigo de la aparición de una clara conciencia sobre la necesidad urgente de una mayor participación de los hombres en la lucha por la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer.
El trabajo realizado por el movimiento feminista y los estudios de masculinidades ha permitido en los últimos años el desarrollo de numerosas investigaciones sobre los varones y las masculinidades y la formulación de medidas específi cas de desarrollo para integrar a los hombres en las cuestiones relativas a salud sexual y reproductiva, paternidad responsable, violencia basada en el género y/o prevención de ITS (infecciones de transmisión sexual), incluido el VIH y Sida.